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miércoles, 21 de febrero de 2007

Sobre Sálvat






Durante mi época de estudiante, en el Instituto Raggio, comencé a escribir relatos sobre un personaje que en principio sería mi versión de Conan. Recuerdo que compraba libritos de bolsillo de la editorial Bruguera en una desparecida librería de Av. Corrientes llamada “Mercurio”. Ahí llegaba material de todo el mundo, en un tiempo en que la importación era más fácil.
Las portadas ilustradas por Frank Frazetta, me encantaron; podía pasar un cuarto de hora mirándolas tratando de adivinar las técnicas que había usado el ilustrador para hacerlas. Pero el contenido era mejor, las historias de Fantasía Heroica de Robert Howard eran atragantes, llenas de sangre, salvajismo y personajes de mente simple.
Estaba familiarizado con las historietas de Nippur de Lagash, Or-Grund, Gilgamesh que trataban de héroes solitarios que recorrían el mundo. El perfil se tornó clásico: Hombres grandes y corpulentos, llenos de principios honestos que se veían enredados en los problemas locales (Algunos eran inteligentes), sin embargo Conan solo perseguía satisfacer sus necesidades básicas: comer, beber, obtener riqueza para comer y beber amando a las voluptuosas mujeres hiboreas y alistarse como mercenarios obteniendo una mísera paga para comer, beber y disponer de una doncella; a veces dormía. También mostraba un código de honor propio con algo de inocencia.
Soy fanático de Conan y siempre volveré a sus aventuras para divertirme. Pues bien, quise hacer algo parecido, pero fracasé. Fue algo de lo que no me arrepiento, no pude hacer un nuevo Conan y está bien, porque Conan es y será único.
En un principio ubiqué a Sálvat en un universo alternativo (Como Den de Richard Corben), en un mundo castigado por la intervención humana, con los hombres reconstruyendo la civilización en el único continente habitable. Tenía una idea nebulosa de ese universo, sabía que habría Ciudades-Estado y bandas nómadas. También que tendría que haber algunos sitios tecnológicamente avanzados. Hice el boceto de un mapa del continente y me puse a trabajar en el personaje. Sería alto y de musculatura desarrollada, no quería especificar ningún tipo étnico; mi idea era que era descendiente de una mezcla variada de razas. Así que elegí cabello rubio y ojos marrones. Como seguidor de la música rock pensé en tomar las imágenes de muchos cantantes de mi adolescencia. Usé la melena y las muñequeras con tachas de Bruce Dickinson, las motos de Judas Priest y la oscuridad de Black Sabbath. No iba a darle un caballo como montura, había visto una película malísima de clase “z” de la que no recuerdo ni el nombre sobre un motociclista interpretado por Roger Ginty, la moto que tenía hablaba y disparaba misiles. Me dije que yo podía hacerlo mejor y me puse a dibujar para crear a Sandy, la moto robot de Sálvat. Ya tenía al guerrero aventurero y su moto escudera, solo hacía falta meterlo en líos para narrar sus historias.
En los primeros esbozos me di cuenta que el personaje ganaba dimensión, pero en una dirección totalmente imprevista; quizás era la influencia del rock’n’roll que oía todos los días. Sálvat era inadaptado, inconstante y lleno de dudas, no ansiaba vino, cerveza, motos o mujeres, buscaba libertad. Una libertad utópica que no tenía idea de cómo alcanzar. Trabajé en ese aspecto y me di cuenta que necesitaba empezar desde la infancia del personaje. Retiré a Sandy de las historias, reservándola para los cuentos de Sálvat adulto. Escribir sobre el origen del personaje me tomó nueve cuentos. Ahora estoy trabajando en el catorce (el primero puede leerse en el número 55 de Aurora Bitzine), muchos pude pulirlos gracias a la ayuda de Taller7. Creo que hoy queda muy poco de los originales bosquejos, incluso estaban contados en primera persona, pero los cambié a tercera persona.
Me gustaría que todos sus cuentos vean la luz y sean conocidos, Sálvat se lo merece.

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