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miércoles, 21 de febrero de 2007

Los Señores de Dimán





EdlD trata sobre unos cuantos tópicos, pero el definitivo, el Enfrenamiento de los Dioses, es una transmutación de conciencia a nivel galáctico. Existe un personaje que representa todo lo opuesto, la oposición en sí. Se llama Dimán y no hace su aparición hasta el libro quinto de la historia. En los primeros, aparecen sus representantes. El primero fue Red Finsen, el cyborg biomecánico enemigo de Claudia Monteagudo de Pandior. Me atrae la idea de contar a través de los colores, el rojo es el color de la sangre, para algunos representa la lujuria. Yo pienso que es el color que más resalta de círculo cromático, si deseas que el ojo reconozca algo de inmediato en una ilustración dale una forma sencilla como un círculo o pintadla de rojo. Creo que las personas que tratan de hacerse notar prefieren el rojo, un vestido de noche rojo ensombrecerá con facilidad a otros iguales en un color diferente. No es lo mismo una Ferrari roja que una blanca. Red Finsen es un personaje con un terrible complejo de inferioridad y obviamente prefiere el rojo. Su cuerpo artificial es rojo a pedido de él y viste ropas rojas. Pues bien, el Primer Señor de Dimán fue rojo.
Cuando comencé el segundo libro introduje los personajes de Dobom, el luxoriano y del Graff Ajhab, el yeilin descarriado. Al primero le di prendas oscuras para vestir un personaje de piel plateada que reflejara su naturaleza inhumana y Ajhab viste de oro y amarillo pues así es su espíritu, fogoso y apasionado, lleno de ideales. Aunque solo Dobom fue otro de los Señores dimaneses, Ajhab trabajó bajo sus directivas en muchas ocasiones.
Al llegar al quinto libro, tenía que presentar al último de los campeones del maligno Dimán. Uno que trabajase codo a codo con él y que dejará como niños molestos a sus predecesores. Así aparece Jhodockt, el Acéfalo que viste de gris y negro. Al principio me resistía al negro porque un gran personaje, conocido alrededor del mundo viste de negro, me refiero a Lord Darth Vader. Era demasiado parecido a esa criatura de George Lucas que hoy es un icono, pero muchas veces dejo que mis personajes me den señales. En el caso de Jhodockt, los bocetos no me convencían. No suelo soñar, mejor dicho jamás recuerdo mis sueños, sin embargo, un día me acosté preocupado porqué no lograba encontrar el diseño de la cara para el Acéfalo. Me desperté de repente con una mascara en mi memoria, una especie de cristal facetado oscuro, algo negro brilloso que inspiraba miedo. Garabateé con el lápiz rápido, para evitar que el recuerdo se borrase, sabía que si no dibujaba, al otro día no lo recordaría. Me encantó el diseño. No sé de donde vienen los sueños con certeza, pueden ser las ideas desordenadas de nuestra vigilia que se dan forma cuando estamos en reposo, la mente tiene su propio lenguaje de imágenes que sólo significan algo especifico para nosotros, tal vez ese sueño era el resumen de todos mis bocetos, no sé. Puede ser el recuerdo de otra vida o un mensaje de un universo paralelo, que más da, ahora es el rostro del último Señor de Dimán.

El Pasado, en el Universo EdlD

Para dar coherencia a la historia de Enfrentamientos de los Dioses había escrito una narración llamada “Sobre el Origen de la Monarquía Genética” (que actualmente se puede encontrar en el grupo Universo EdlD) Allí narraba las peripecias del éxodo de un puñado de sobrevivientes humanos que se aventuraron al espacio en busca de un nuevo comienzo. Describía como se habían afincado en un planeta llamado Cinia y organizado política y culturalmente. También introducía a otros planetas y otras especies inteligentes, la cosmogonía que serviría de fondo para las historias que deseaba contar.
Siempre pensé que lo que nos hace ser quién somos es la memoria. Saber porqué cosas pasamos, donde nacimos y por donde anduvimos. Con las naciones y los universos pasa igual, son lo que suele llamarse, nuestras raíces.
En Enfrentamientos de los Dioses tenía algunas pistas, pero necesitaba de una persona, alguien del pasado con que los personajes se identificaran; como nuestros próceres.
Larry Niven se tomó un tremendo trabajo para darle dimensión a su Mundo Anillo, dedicó bastante a los detalles de los Kzinti y los Titerotes. Otro tanto hizo Asimov, que unificó sus cuentos y novelas cortas con los relatos sobre La Fundación, a mi me gustó mucho.
Yo tenía a mi personaje Sálvat, el Nómada que vivía en un planeta agonizante al que tenía que abandonar. Nunca me lo propuse, tal vez en el subconsciente, pero uní la historia de Sálvat con la de Enfrentamientos de los Dioses. Quedó como el líder que había comandado el éxodo de los humanos y creado las leyes de la nueva civilización. Escribir me resultó más llevadero teniendo en el pasado un personaje al que conocía en detalle y sólo tenía que repasar lo escrito para no parecer incongruente. Así, la historia es una sola, narrada con diferentes estilos. Habrá quienes prefieran una y no les guste la otra, pero para eso tenemos libertad ¿No?

Sobre Sálvat






Durante mi época de estudiante, en el Instituto Raggio, comencé a escribir relatos sobre un personaje que en principio sería mi versión de Conan. Recuerdo que compraba libritos de bolsillo de la editorial Bruguera en una desparecida librería de Av. Corrientes llamada “Mercurio”. Ahí llegaba material de todo el mundo, en un tiempo en que la importación era más fácil.
Las portadas ilustradas por Frank Frazetta, me encantaron; podía pasar un cuarto de hora mirándolas tratando de adivinar las técnicas que había usado el ilustrador para hacerlas. Pero el contenido era mejor, las historias de Fantasía Heroica de Robert Howard eran atragantes, llenas de sangre, salvajismo y personajes de mente simple.
Estaba familiarizado con las historietas de Nippur de Lagash, Or-Grund, Gilgamesh que trataban de héroes solitarios que recorrían el mundo. El perfil se tornó clásico: Hombres grandes y corpulentos, llenos de principios honestos que se veían enredados en los problemas locales (Algunos eran inteligentes), sin embargo Conan solo perseguía satisfacer sus necesidades básicas: comer, beber, obtener riqueza para comer y beber amando a las voluptuosas mujeres hiboreas y alistarse como mercenarios obteniendo una mísera paga para comer, beber y disponer de una doncella; a veces dormía. También mostraba un código de honor propio con algo de inocencia.
Soy fanático de Conan y siempre volveré a sus aventuras para divertirme. Pues bien, quise hacer algo parecido, pero fracasé. Fue algo de lo que no me arrepiento, no pude hacer un nuevo Conan y está bien, porque Conan es y será único.
En un principio ubiqué a Sálvat en un universo alternativo (Como Den de Richard Corben), en un mundo castigado por la intervención humana, con los hombres reconstruyendo la civilización en el único continente habitable. Tenía una idea nebulosa de ese universo, sabía que habría Ciudades-Estado y bandas nómadas. También que tendría que haber algunos sitios tecnológicamente avanzados. Hice el boceto de un mapa del continente y me puse a trabajar en el personaje. Sería alto y de musculatura desarrollada, no quería especificar ningún tipo étnico; mi idea era que era descendiente de una mezcla variada de razas. Así que elegí cabello rubio y ojos marrones. Como seguidor de la música rock pensé en tomar las imágenes de muchos cantantes de mi adolescencia. Usé la melena y las muñequeras con tachas de Bruce Dickinson, las motos de Judas Priest y la oscuridad de Black Sabbath. No iba a darle un caballo como montura, había visto una película malísima de clase “z” de la que no recuerdo ni el nombre sobre un motociclista interpretado por Roger Ginty, la moto que tenía hablaba y disparaba misiles. Me dije que yo podía hacerlo mejor y me puse a dibujar para crear a Sandy, la moto robot de Sálvat. Ya tenía al guerrero aventurero y su moto escudera, solo hacía falta meterlo en líos para narrar sus historias.
En los primeros esbozos me di cuenta que el personaje ganaba dimensión, pero en una dirección totalmente imprevista; quizás era la influencia del rock’n’roll que oía todos los días. Sálvat era inadaptado, inconstante y lleno de dudas, no ansiaba vino, cerveza, motos o mujeres, buscaba libertad. Una libertad utópica que no tenía idea de cómo alcanzar. Trabajé en ese aspecto y me di cuenta que necesitaba empezar desde la infancia del personaje. Retiré a Sandy de las historias, reservándola para los cuentos de Sálvat adulto. Escribir sobre el origen del personaje me tomó nueve cuentos. Ahora estoy trabajando en el catorce (el primero puede leerse en el número 55 de Aurora Bitzine), muchos pude pulirlos gracias a la ayuda de Taller7. Creo que hoy queda muy poco de los originales bosquejos, incluso estaban contados en primera persona, pero los cambié a tercera persona.
Me gustaría que todos sus cuentos vean la luz y sean conocidos, Sálvat se lo merece.